¡Vamos
a armar un poco de bardo! Dijo Monsieur Saralegui mirando de reojo a don
Lupercio y a Joe Cannabis que se apoderaban sin disimulo de unos bocadillos
vascos rellenos de anchoas y se servían sin detención un borgoña bien grueso,
que estaban sobre el mostrador del bar Los Bizantinos aprovechando que el viejo
Torrejona, agachado y sin poder verlos, se acomodaba las almorranas. ¡Ojo,
lo van a destronar, Saralegui! Gritó el japonés Brailowsky mientras
aprovechando la distracción del adversario “repatriaba” en el tablero un alfil
que le habían comido 5 minutos antes.
-
Vengo de la muestra de un artista plástico en el Club Deportivo La Pereza y el
tipo le manda un puntito de color por allá sobre el fondo blanco, en otro le
manda un cuadradito, en otro una rayita, todo pequeñito, casi ínfimo y siempre
sobre una enorme tela blanca. No sé si al tipo le falta vento para comprar
acrílico o un pomo de óleo o si lo que no tiene son ideas. Usted, don Lupercio
¿Ha visto alguna muestra últimamente?
-
Qué quiere que le diga, Saralegui, yo miro una botella estacionada y me da
vértigo.
-
A propósito del arte, don Lupercio, en el locutorio de las hermanitas Molotov,
escuché a uno diciendo que es poeta o algo así y el tipo gritaba en la cabina
que no lo inviten a lecturas ni encuentros ni festivales de poesía porque “él
está en el futuro” Qué paparulo ¿no? ¡Si está en el futuro cómo lo van a
invitar ahora!
-
A mí –por ejemplo- la Hesperidina me arruinó el estómago pero la sigo tomando.
Qué se yo, Cannabis, es una adhesión que tengo ¿Quién es poeta?
- No
sé, no lo conozco, don Lupercio. Usted sabe que yo me la paso leyendo y leo y
leo tanto poema minimalista, tanto fen shui, tanto sushi, tanto poema bambú y
no me lo creo. Qué se yo, no sé si será amarretismo expresivo o pura moda o las
dos cosas juntas. No hay extrañeza, no hay revelación, no hay impulso. Pienso
en los poetas que me acercaron a la poesía y me entra una tristeza que ni le
cuento. Y claro, a esta época le conviene que los poetas sean unos dormidos, no
sea que se les dé por romper algo. ¿Y usted, qué me dice don Lupercio?
-
Lo que yo puedo decirle es esto, Cannabis: la heladera Siam 90 fue lo más
bendito que este ispa nos ha dado.
-
El país, claro, el país. Justamente anoche estaba pensando en lo que significa
pertenecer a un lugar. Todos somos una microfusión que anda por ahí, don
Lupercio. El resultado de un entorno, la familia, el barrio, la ciudad, la
región, en fin, esa construcción cultural que reflejamos y de la que formamos
parte.
-
Ajá... mire usted qué cosas se detiene a pensar, che.
-
Claro, don Lupercio. Fijesé, por ejemplo en la música soy una microfusión entre
los Beatles y el tango, el jazz y el folclore, el rock y el flamenco. Y lo
mismo pasa con lo que leemos y con lo que miramos. Cada uno es el resultado de
lo que lo atraviesa. ¿Me comprende ahora?
-
Por supuesto, Cannabis, cómo no voy a entender si yo soy la microfusión entre
la ginebra y el provolone, la Hesperidina y las aceitunas negras, el moscato y
la fainá, la absenta y el Mantecol... Le ruego pruebe un día bajarse un
Mantecol acompañado de un vaso de ajenjo. Después de eso todas las
microfusiones le parecerán una pavadita.
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Cambiando de tema, hace tiempo le quiero hacer una pregunta: ¿Usted alguna vez
estuvo casado, don Lupercio?
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Pero no, Saralegui, si yo siempre viví en Villa Luro!
-
En torno a esta cuestión estar aquí o estar más allá, don Lupercio ¿Usted qué
piensa, habrá vida en otros planetas? ¿Realmente cree que seres extraterrestres
pueden llevar adelante civilizaciones más avanzadas que la nuestra?
-
No sabría decirle, Cannabis, ignoro lo que pensará Saralegui sobre este tópico,
pero a mí siempre me gustó el queso cremoso.