martes, 24 de enero de 2012

SARALEGUI Y LOS INFUNDIOS


De las muchas mentiras tejidas en torno a monsieur SARALEGUI, quizá la mas utilizada por sus detractores sea la de la camada de hijos falsos que se le adjudican. SARALEGUI, se sabe, ha sido un andariego incansable, un caminante bucólico y también –es cierto- un fino visitador de alcobas. Gallardo y servicial, nunca mezquinó la protección de su ala seductora, a cuanta joven ardiente se le cruzó en sus andanzas. Sin embargo, se cuidó siempre de quedar apresado en la infamante trampa de “lo familiar”. SARALEGUI, como todo vagabundo, ha evitado quedar por mucho tiempo en un mismo sitio y por consiguiente, ha tomado las medidas correspondientes para sortear esas pequeñas y molestas ataduras que llaman hijos. Sin embargo, al paso de los años, comenzó a recibir cartas llorosas,  misivas plagadas de tristezas y mensajes puteadores. Desde diferentes puntos del país, llovían sobres conteniendo una sarta de falsas paternidades. En un momento SARALEGUI sospechó que “Los desarrapados de la ochava” eran los autores de estas triquiñuelas y que lo hacían con el sólo fin de embromar un rato. Pero era imposible que ellos tuvieran tanta información, nombres femeninos, edades, lugares y hasta eróticas descripciones íntimas. Su amigo, el “Pato” CITAVICH se ofreció a dar ayuda inmediata. Tomó el último sobre, pidió a SARALEGUI una descripción de aquella muchacha y se aprestó a viajar en su limusina de plástico hasta la zona de Junín. Al llegar a la dirección indicada -con temblorosa letra femenina- se compró un tentempié de mortadela y una Bidú y esperó. Largas horas transcurrieron, hasta que un jovencito cruzó la tranquera junto a una señora semejante a la imagen ofrecida por SARALEGUI. El “Pato” CITAVICH no tuvo el coraje de hablarles. Les sacó una foto y se aprestó a regresar, impactado. El rostro del muchachito era el espejo fiel de su amigo. Pobre SARALEGUI!

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