domingo, 21 de octubre de 2012

MEMORIAS DE MONSIEUR SARALEGUI




LA FINADITA

Tía Zelentonia, pidió ser enterrada con los pies afuera porque le gustaban mucho los zapatos. Tras su lamentable pérdida, una vez por semana había que ir a cambiarlos, para lo cual la familia se organizó muy prolijamente.
Hasta que como siempre ocurre, un día no fue uno, otro día no fue el otro y así, se fue perdiendo el interés. Al final ya los responsables de comprar el calzado, también dejaron de hacerlo
Hoy tía Zelentonia, duerme en paz, pero descalza.

MEMORIAS DE MONSIEUR SARALEGUI




ANTES DE ANTES

La memoria del espermatozoide que fui, revela que era muy distraído y que mientras todos se peleaban por llegar a algún lugar del cual yo –espermatozoide distraído, al fin- no tenía la menor idea, un hálito poético me empujó hacia un reducto desconocido e inesperado.
Mi madre no se acuerda. Mi padre mucho menos.
El espermatozoide que fui, canta y aplaude con su carita inocente. Pobrecito. 

Revista Cultural “Pindonga y Recuerdos”

Sección "Célebres cacos de hoy"

Conocida ampliamente por todos en el barrio Las Tripas, es la quintita de doña Azulcenza Magaña. Dicha quinta de frutos y hortalizas ha sido motivo de gozo y orgullo para tan digna vecina. No se pueden negar, tampoco, los afanes trabajosos que han urdido en más de una oportunidad Los Desarrapados de la Ochava, por conseguir saciar su gula, entrando a hurtadillas, tras saltar el paredón lindero a la finca. para sustraer duraznos, ciruelas y nísperos, aprovechando que la propietaria se acuesta cada noche a las 20 en punto, tras sutil desmayo, que jamás ningún cerebro de la medicina ha podido explicar.
Pero el caso que hoy nos ocupa, es el del célebre caco, Jean Vecchi Le Peduche, quien haciendo gala de su fama de solitario, pretendió abastecerse fraudulentamente con estas exquisiteces, para después venderlas en el mercadito del inocente Chin Wang Po, alias “El oriental”, natural de Montevideo, como todos saben.
Pero no siempre la ocasión hace al recolector de cosas ajenas. Aquí el destino le fue esquivo. Justo esa noche, doña Azulcenza Magaña, se desveló por primera vez en los últimos 45 años. Para colmo de males, en tren de festejar tal milagro, apenas pasadas las 20 horas, se allegaron a su casa Las Murmuradoras del Recoveco, munidas de pastelitos y varias botellas de licor de huevo. Cerca de la medianoche, salió al patio a vomitar, doña Severa Iparagarreta, quien al percibir una siniestra sombra tras la higuera, pegó un alarido que partió las baldosas. De inmediato, estas nobles señoras alcoholizadas, atraparon a Le Peduche, lo ataron a un álamo, le abrieron la boca y le introdujeron 45 ajíes de nombre grosero, que le hicieron masticar lentamente, uno por cada noche desvelada de la dueña de casa y entre grititos y carcajadas estertóreas, lo largaron a la calle, obligándolo a correr desaforadamente en busca de una canilla.
Mientras encendía la radio para bailar descalzas en el patio, Idelfonza Camiletti dijo lapidariamente: “Este no afana mas, no afana”.