miércoles, 19 de junio de 2013

SARALEGUI Y LAS DEUDAS


Había un bioquímico que le debía mucha plata Se le venía escapando de los bares, de la casa, del laboratorio, era imposible ubicarlo pero los jueves el ñato hacía guardia en el hospital y hacia allí se encaminó Monsieur SARALEGUI. En medio de la sorpresa del otro, en un clima de amable tensión, se quedaron en el laboratorio del nosocomio conversando, primero del monto que le debía (al profesional se le llenaban los ojitos de lágrimas) y de los problemas acuciantes de la realidad. Justo aquí que lo mandan a llamar de una sala. SARALEGUI se quedo solo en el laboratorio esperando el retorno. Al cabo de unos minutos golpean la puerta. Abre y lo miran con inmaculada inocencia una viejecita y una señora gorda. Llegaba, cada una, a sacarse sangre. En fracción de segundos, el espíritu del viejo SARALEGUI resplandeció y las hizo pasar. Mientras les explicaba que su asistente había salido por una emergencia, comenzó a manipular enseres y objetos que sus ojos jamás habían visto, mientras con suave tono les decía: Nos les va a doler ¡Tengo una mano! Estiró la situación lo más que pudo y cuando estaba por renunciar a su plan, se abrió la puerta. Tal como lo esperaba, era el bioquímico deudor. Cuando lo vio en la mesa de trabajo rodeado de chirimbolos que vaya uno a saber para qué sirven, se acercó cauteloso y en un susurro le preguntó: ¿Qué está haciendo Saralegui? En el mismo tono nuestro héroe respondió: Si no me das la guita ahora mismo te lleno el laboratorio de sangre. Sobra decir que gracias a su asombrosa rapidez, Monsieur SARALEGUI consiguió el objetivo. Tras una cordial despedida llena de encanto, abrió la puerta del laboratorio hospitalario y parados delante suyo cuatro personas estaban a la espera de ser atendidas, ante lo cual, Monsieur SARALEGUI -que jamás duerme- se inspiró para un último gesto de venganza. Dando ayes y gemidos de profundo dolor se alejó del lugar entre estos atribulados rostros, tomándose fuertemente el brazo y gritando: ¡Este animal me destrozó la vena!
No miró hacia atrás, quizá no tuvo el valor de hacerlo.




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