domingo, 30 de junio de 2013

SARALEGUI: sección consejos

DE ALGUNOS CONSEJOS QUE MONSIEUR SARALEGUI DA A LOS JOVENES POETAS


1- Si te encontraras ante la curiosa aunque natural situación de que en mitad de una lectura pública sintieras la proximidad intrínseca de un flato en erupción, no caigas por favor en la bagatela actoral del movimiento de silla o el vulgar ataque de tos u otro cualquier grosero manotazo de cobardía. No señor. Ante la profunda certeza de lo porvenir asumirás “La Postura del Gladiolo”. Esto es, cuando sobreviene el flato aquel que reconoces en tu fuero más intestino como “El Aullido De Lo Portentoso”, contraerás los glúteos en forma lenta y serena pero segura; apenas inclinado el cuerpo hacia adelante; con rostro impávido y sin que la voz -que sostiene al poema- caiga en aflautamientos ni ayes delatores, para finalmente dejar nacer al monstruo que te habita resumido en un breve silbo inaudible para los otros pero redentor para tu propio ser. El flato tuyo así se verá liberado del mismo modo que tú sentirás una liberación excusada de testigos. Si el mencionado flato llegare a producir desmanes olfativos a tu alrededor, sin inmutarte has de tomar tus papeles, te pondrás de pie y disimulando todo rastro de culpabilidad darás un paso adelante y sonriendo delicadamente al público saludarás con elegancia y soltura en leve inclinación de cabeza dejando atrás para siempre ese escenario, ese público y ese flato vencido en su fallido estertor.

2 - Si quieres triunfar observa a los poetas de boliche. Sin el estudio consecuente ¿Cómo se podría declamar revoleando los ojos, extendiendo los brazos y haciendo morisquetas? ¿Cómo impostar la voz de tenorino y regalar un concierto de ademanes circenses a quienes nos escuchan? ¿Cómo cautivar a los espectadores sordos de poesía sin la baba fosforescente del narcisismo coronándonos la boca? Nunca leas ni parado ni sentado, no leas, recita de memoria y caminando. No dejes de practicar la sobreactuación. Con el cuerpo y las muecas puedes disimular aquello que no eres capaz de escribir.

3 – Si te invitan a conferenciar sobre poesía no te metas en un terreno que desconoces, recuerda que no sabes nada del tema. Cuenta anécdotas, se simpático, gesticula. Relata con grandiosidad aquellas insignificantes cosas que te han sucedido. No hables de poesía sino de ti mismo pero sin que se note. Acude a cuanta invitación te hagan. Lee tus poemas en cementerios y plazas, en selvas y desiertos. Ten paciencia. Un día algún desprevenido pondrá una flor en uno de tus libros. Sí, en esos que ya estaban marchitos antes de ser publicados.







miércoles, 19 de junio de 2013

SARALEGUI Y LAS DEUDAS


Había un bioquímico que le debía mucha plata Se le venía escapando de los bares, de la casa, del laboratorio, era imposible ubicarlo pero los jueves el ñato hacía guardia en el hospital y hacia allí se encaminó Monsieur SARALEGUI. En medio de la sorpresa del otro, en un clima de amable tensión, se quedaron en el laboratorio del nosocomio conversando, primero del monto que le debía (al profesional se le llenaban los ojitos de lágrimas) y de los problemas acuciantes de la realidad. Justo aquí que lo mandan a llamar de una sala. SARALEGUI se quedo solo en el laboratorio esperando el retorno. Al cabo de unos minutos golpean la puerta. Abre y lo miran con inmaculada inocencia una viejecita y una señora gorda. Llegaba, cada una, a sacarse sangre. En fracción de segundos, el espíritu del viejo SARALEGUI resplandeció y las hizo pasar. Mientras les explicaba que su asistente había salido por una emergencia, comenzó a manipular enseres y objetos que sus ojos jamás habían visto, mientras con suave tono les decía: Nos les va a doler ¡Tengo una mano! Estiró la situación lo más que pudo y cuando estaba por renunciar a su plan, se abrió la puerta. Tal como lo esperaba, era el bioquímico deudor. Cuando lo vio en la mesa de trabajo rodeado de chirimbolos que vaya uno a saber para qué sirven, se acercó cauteloso y en un susurro le preguntó: ¿Qué está haciendo Saralegui? En el mismo tono nuestro héroe respondió: Si no me das la guita ahora mismo te lleno el laboratorio de sangre. Sobra decir que gracias a su asombrosa rapidez, Monsieur SARALEGUI consiguió el objetivo. Tras una cordial despedida llena de encanto, abrió la puerta del laboratorio hospitalario y parados delante suyo cuatro personas estaban a la espera de ser atendidas, ante lo cual, Monsieur SARALEGUI -que jamás duerme- se inspiró para un último gesto de venganza. Dando ayes y gemidos de profundo dolor se alejó del lugar entre estos atribulados rostros, tomándose fuertemente el brazo y gritando: ¡Este animal me destrozó la vena!
No miró hacia atrás, quizá no tuvo el valor de hacerlo.