martes, 24 de enero de 2012

SARALEGUI TRAS LOS IMPOSIBLES


Se da por descontado que monsieur SARALEGUI ha debido salir corriendo en mas de una ocasión, ya sea por causa de su pico flojo en las tabernas, de su particular debilidad por las mozas de cresta melancólica, e inclusive, del singular modo que SARALEGUI adopta cuando delira con alcanzar objetivos imposibles. Entre estos últimos se cuenta la ocasión en la que SARALEGUI pretendió hipnotizar a una tigresa para hacerle creer que era gallina de barrio. Al principio todo marchaba según lo planeado, pero SARALEGUI –ya se sabe- no puede mezclar hembras con alcohol. El resultado lamentable nació de un descuido. Cuando apoyaba suavemente su esqueleto sobre la jovencita, comenzó a cantarle un bolero espantoso mientras, arrobado de ternura amorosa, olvidaba la concentración en la hipnosis.
Ella despertó de golpe, sintiéndose engañada e intentó aniquilarlo. SARALEGUI logro, mediante unos movimientos ondulantes, quizá provocados por el mismo estado etílico, no se sabe, alcanzar su salvación, atravesando por el mismo centro, el alambrado de la libertad. Hoy, desde la rama mas alta, SARALEGUI canta su amor perdido, de cara a los crepúsculos, con honda emoción y unas cuantas plumas menos. Salud SARALEGUI!

SARALEGUI Y EL ARTE DEL DISFRAZ


Ampliamente conocida es la maestría de monsieur SARALEGUI en el arte del disfraz. Son celebradas continuamente sus hazañas mas allá de los límites del Barrio Las Tripas. Tanto en el almacén del viejo TORREJONA, en el que los antiguos parroquianos –entre copita y copita de ginebra, apoyados en el mostrador- brindan cada cinco minutos, exactamente, por aquellos logros carnavalescos; como en el Club Atlético La Pereza donde Los Desarrapados de la Ochava y sin pudor alguno enlazan recuerdos gritando y pateando cosas.



Desde vecinos prominentes hasta truhanes con carnet, cuando el carnaval se acerca, comienzan todos a desplegar un rosario de memorias. Así es como surge, por ejemplo, el carnaval del 68 en el que SARALEGUI se disfrazó de viento levantando las polleras de las muchachas mas piernudas y arrancando el antifaz de los mas antipáticos del corso. O aquel del 72 cuando se disfrazó de música sólo para jorobar a los murgueros que al oírlo perdían el ritmo provocando, así, un zafarrancho en cada comparsa.


Pero su mayor proeza es, sin duda, el de la mimetización. Cuando SARALEGUI ve un disfraz que le gusta lo copia in situ y con un veloz movimiento logra un doble perfecto. De ese modo ha compartido la mesa de familias que no eran suyas, ha besado novias ajenas y hasta llegó a recibir premios no merecidos por él, precisamente. SARALEGUI, en su modesta grandeza, nunca dice nada. Cuando la barriada lo aplaude a su paso sólo atina a inclinar levemente la noble testa y rozar la punta de su boina canallesca, sonrojado si, pero sin perder un ápice de gallardía. Mucho SARALEGUI!

SARALEGUI, GLORIA DEL FÚTBOL


Son recordadas por muchos las hazañas futbolísticas de monsieur SARALEGUI especialmente en el Barrio Las Tripas. Y son recordadas justamente por el concepto de belleza que desplegaba SARALEGUI en su juego sumado al enorme caudal de artimañas, trucos, engaños o como llamaban sus detractores a lo que simplemente era: audacia del intelecto.

Sabido es que los inolvidables "Desarrapados de la Ochava", liderados por SARALEGUI, invictos por siempre, eran desafiados todo el tiempo por rivales envidiosos que no les alcanzaban ni a las musleras. Conjuntos siniestros de juego malintencionado y berreta que nunca hubieran podido derrotar a un equipo tan festivo y ocurrente.

Nadie olvidará jamás cómo SARALEGUI evitaba los golpes pegando primero y sin soltar la pelota, arrojando perfume a los ojos del rival o simplemente bajándoles los pantaloncitos a los defensores pudorosos para de inmediato tirarles un caño insultante. Nadie olvidará jamás a SARALEGUI jugando siempre a la sombra y esquivando la posibilidad, insoportable para él, de correr mas de 5 metros pero atento al desconcierto ajeno. Así es como se acercaba al arquero adversario y lo distraía del juego con sus artes poéticas: aquellos versos guarangos, irresistibles para cualquier muchachote de barrio.

He aquí algunos ejemplos desplegados, otrora, por el genial SARALEGUI:
Me dijo el almacenero
que tu novia es muy bonita
si le arrimo el sonajero
sonará cual campanita.

O este otro de tono mas campechano:
Es un partido embromado
eso no lo disimulo
si te quedás agachado
te la clavo en un angúlo.

Estas artes de la inspiración rimada ponían furiosos a los guardametas que olvidaban su función concreta debajo de los tres palos y salían disparados detrás suyo con fierros, cuchillos u otros objetos contundentes para golpear a un SARALEGUI siempre inalcanzable.

Finalmente su truco mas eficaz: hacerse amigote del portero adversario y apoyado con displicencia en uno de los palos, conversando animadamente, lo convidaba una tras otra con copitas de anís azucarado. ¡Sublime SARALEGUI!

Para resguardo de la memoria colectiva vale mencionar aquí la formación del equipo invicto de veteranos del Club Social y Deportivo La Pereza, liderado por nuestro héroe insuperable:

En el arco: Huevo Podrido
En la línea defensiva: Calamidá, el Gordo Cremona, Cebo Choto y Cosito.
En la línea media: el loco Gancia, Partagás y Joe Cannabis.
En la delantera: Culo e´vieja, Monsieur SARALEGUI y Puromoco.

Y todos ellos bajo la dirección técnica del incomparable estratega Don Lupercio “el Bifronte”.



SARALEGUI Y LOS INFUNDIOS


De las muchas mentiras tejidas en torno a monsieur SARALEGUI, quizá la mas utilizada por sus detractores sea la de la camada de hijos falsos que se le adjudican. SARALEGUI, se sabe, ha sido un andariego incansable, un caminante bucólico y también –es cierto- un fino visitador de alcobas. Gallardo y servicial, nunca mezquinó la protección de su ala seductora, a cuanta joven ardiente se le cruzó en sus andanzas. Sin embargo, se cuidó siempre de quedar apresado en la infamante trampa de “lo familiar”. SARALEGUI, como todo vagabundo, ha evitado quedar por mucho tiempo en un mismo sitio y por consiguiente, ha tomado las medidas correspondientes para sortear esas pequeñas y molestas ataduras que llaman hijos. Sin embargo, al paso de los años, comenzó a recibir cartas llorosas,  misivas plagadas de tristezas y mensajes puteadores. Desde diferentes puntos del país, llovían sobres conteniendo una sarta de falsas paternidades. En un momento SARALEGUI sospechó que “Los desarrapados de la ochava” eran los autores de estas triquiñuelas y que lo hacían con el sólo fin de embromar un rato. Pero era imposible que ellos tuvieran tanta información, nombres femeninos, edades, lugares y hasta eróticas descripciones íntimas. Su amigo, el “Pato” CITAVICH se ofreció a dar ayuda inmediata. Tomó el último sobre, pidió a SARALEGUI una descripción de aquella muchacha y se aprestó a viajar en su limusina de plástico hasta la zona de Junín. Al llegar a la dirección indicada -con temblorosa letra femenina- se compró un tentempié de mortadela y una Bidú y esperó. Largas horas transcurrieron, hasta que un jovencito cruzó la tranquera junto a una señora semejante a la imagen ofrecida por SARALEGUI. El “Pato” CITAVICH no tuvo el coraje de hablarles. Les sacó una foto y se aprestó a regresar, impactado. El rostro del muchachito era el espejo fiel de su amigo. Pobre SARALEGUI!

DE SARALEGUI Y OTRAS ASTUCIAS


Las hermanitas siamesas ZORROAIETA estaban comprometidas afectiva y formalmente con monsieur SARALEGUI. Lo curioso de esta circunstancia era que nadie había podido explicarse cómo hacía SARALEGUI para que ninguna de las dos sospechara del engaño, estando ellas “tan cerca” la una de la otra.  Cuentan los “Desarrapados de la ochava”, amigotes trasnochados de SARALEGUI, que –mediante sus artes de seducción- dormía a una mientras despabilaba a la otra. De ese modo pudo mantener una relación adecuada con aquella que mas le convenía en cada ocasión: Juli, “la pechugona” o Peggy, “la piquito de oro”. El “Pato” CITAVICH, el mas cercano amigo de SARALEGUI, ponía en duda tales maestrías, sosteniendo que aquella era una relación de trío, consentida. Pero todos en el barrio saben que, a pesar de la amistad que los une, el “Pato” CITAVICH siempre envidió las suertes de SARALEGUI con el otro sexo. Detalles mas, fosforescencias menos, el caso es que SARALEGUI consiguió lo que nadie ha podido: hacerle creer a sus suegros, que sus intenciones eran sanas. Grande SARALEGUI!

INTRODUCCIÓN

He aquí a monsieur SARALEGUI, mi otro yo.

Aparece, inexorablemente, en las noches de tormenta, en las asambleas y las fiestas populares, en las horas de insomnio, en la visión de las muchachas desnudas, en los amaneceres trágicos y en los libros que de verdad me poseen.


SARALEGUI, mi otro yo, a diferencia de mi, cree en dios, cree fervorosamente en Dionisio y lo celebra en cada irrupción celeste.

Sin SARALEGUI, yo no sería yo, sería otro.

Gracias SARALEGUI, por tu arrasadora invasión de mis días.